Vivir en automático

El mundo está lleno de personas que viven en automático, a todos nos ha pasado, muchas veces hemos ido por la calle absortos en la cotidianidad, en nuestros pensamientos o en nuestros problemas. Sin darnos cuenta, dejamos pasar momentos, personas, paisajes, y muchas sonrisas que están ahí, enfrente nuestro. Y así como ignoramos la belleza de nuestro alrededor, también lo hacemos con aquellos que necesitan de una palabra de aliento, de un apoyo sincero, de una mirada, o de un gesto amable, en vez de eso, preferimos hacer caso omiso a todo lo que pasa a nuestro alrededor.

En muchas ciudades, especialmente de América Latina, es común ver personas en situación de calle que han llegado ahí tal vez por malas decisiones que han tomado en su vida y que lamentablemente los mantienen donde están. La mayoría de las personas evitamos la cercanía con ellos por miedo y simplemente nos alejamos ignorando un problema latente que existe en la realidad. Es cierto que es complejo solucionarles la vida, pero también es cierto, que tanta indiferencia a veces resulta indignante. Millones de personas se montan a diario en los buses vendiendo dulces, ofreciendo servicios o simplemente pidiendo apoyo para salir de su adicción a sustancias psicoactivas o porque les ha sido difícil conseguir empleo, son inmigrantes, o están pasando por un momento difícil. Muchos nos sentimos incómodos cuando estos nos interrumpen en medio de un viaje para cantar, vender algo o pedir dinero, y sí, es molesto, es incómodo, pero ¿acaso no es más incómodo para ellos estar en esa situación?

Créditos: Aryasb Feiz para Emirates NBD Bank. CG Production: BadStache Animation Studio Production

Salir a la calle a pedir y esperar la solidaridad del otro es una de las labores más difíciles que existen, vivir del día a día, salir de donde estás sin saber si tendrás dinero para dormir bajo un techo, si podrás comer o si llegarás al final de día. Yo soy afortunada, jamás he tenido que llegar a una situación de esas y espero nunca estar así, pero reflexionando, si soy consciente de que nosotros que somos un poco más afortunados, deberíamos ser menos indiferentes ante las luchas ajenas, más empáticos al dolor del otro, más solidarios. La generosidad no se trata de dar lo que nos sobra, se trata en cambio de compartir lo que tenemos, no necesitamos tener mucho para compartir con los demás, si tienes para darle un pan a alguien en la calle, hazlo, si tienes para decirle un hola, para dedicarle una sonrisa, para darle una palabra de aliento, Dios te lo recompensará, pruébalo, te hará sentir mejor contigo mismo y quizá también le hagas el día mas llevadero a ese otro.

Sueño con un mundo menos indiferente, con personas activas que quieran apoyar la vida de otros, con que el mundo vea el sentido de la palabra servicio sin esperar a cambio nada más que una sonrisa o saber que has contribuido en algo al bienestar de otro, reconectarnos con las necesidades de tantas personas es vital para entender el sentido de la vida, vinimos a este mundo a servir, a ser amables, a contagiar a otros con nuestros conocimientos, a buscar la forma de lograr un mundo mejor. Tal vez todo esto que escribo te suene utópico, pero si logras que aunque sea una sola persona sienta agradecimiento por algo que has hecho por él o ella, entonces habrá valido la pena existir.

Te invito a que dejes de vivir en automático, la próxima vez que salgas, mira a tu alrededor, observa y sé solidario con el otro, ayuda a ese anciano a atravesar la calle, cómprale un chicle y conversa con el señor o la señora que vende en la calle, dale los buenos días al señor del bus, conversa con ese anciano que está solo, visita a aquel enfermo que está solo en su casa, llama a esa anciana que vive sola y que sufre en silencio, mira a tu alrededor con los ojos del amor verdadero, con los ojos de la misericordia, entrega amor a los demás, haz que tu vida valga la pena.

Deja de ¡vivir en automático!

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